Sunday, April 13, 2014

Integraciones americanas (Norte, Sur y America Central)

Integraciones americanas (Norte, Sur y America Central) La implosión de la Unión Soviética, en 1991, dejó Estados Unidos de América (EUA) como única superpotencia. Entre las muchas consecuencias de ese hecho, habría que subrayar dos de ellas. En primer lugar, el hecho de que la condición de única superpotencia proporcionó a EUA un status que se aproxima, corrientemente, a la hegemonía mundial, pero que no la configura plenamente, en virtud de resistencias internas y externas. El ejercicio de una efectiva hegemonía mundial requiere, de parte de la potencia hegemónica, capacidad de imponer su hegemonía y disposición para emplear al efecto, los medios necesarios. EUA dispone de condiciones económico-tecnológicas y militares suficientes para ejercer una hegemonía mundial. No dispone, todavía, de condiciones psico-culturales e institucionales adecuadas para utilizar todos los medios que puedan ser necesarios para imponer tal hegemonía. Del punto de vista psicológico y cultural, los valores de la sociedad americana son contrarios a las formas discriminatorias y arbitrarias de ejercicio de la violencia, aunque sea en beneficio del interés nacional. Necesitan los EUA, por esa razón, de legitimación internacional para actuar coercitivamente sobre otros países. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas confirió tal legitimidad a la intervención norteamericana en la Guerra del Golfo. En grado menos aceptable, pero en el límite de lo tolerable, la NATO legitimó la intervención norteamericana en Kosovo. Asimismo, como en los casos referidos, la legitimación de la intervención, ante los ojos del propio público americano, requirió, previamente, la "demonización" del enemigo (Saddam Hussein o Milosevic). Por otro lado, aún con relación a las limitaciones domésticas, el pleno ejercicio de una hegemonía es poco compatible con instituciones democráticas. Todos los imperios históricos fueron ejercidos por sociedades no democráticas. Es interesante observar, en el caso del Imperio Británico, que se inició bajo una democracia aristocrática autoritaria, en el siglo XVIII y principios del XIX como, en la medida en que Inglaterra se tornaba una democracia de clase media, con Gladstone, se fue inviabilizando domésticamente la práctica del imperio. Eso resultó imposible bajo Attlee y la democracia de masas. Además de limitaciones domésticas, EUA sufren limitaciones externas para el ejercicio de una abierta hegemonía mundial. La Unión Europea (UE), aunque siga básicamente el liderazgo norteamericano, se opone a que asuma un aspecto unilateral y hegemónico. Así mismo, contrastando con el amplio "atlanticismo" de Gran Bretaña y, básicamente de los Nórdicos, los demás miembros de la UE son más bien "europeístas" y favorecen el desarrollo de una política externa y de defensa independiente. A las resistencias europeas a una desinhibida hegemonía norteamericana hay que agregar la resistencia, todavía más acentuada, de países como China, Rusia e India y, con menor peso, Irán y otros países islámicos. Ante ese conjunto de impedimentos, Samuel Huntington caracterizó la actual situación americana como de "unimultipolaridad". Representa el status de una semi-hegemonía mundial, que se ejerce con bastante amplitud en ciertas áreas del mundo y, mucho más restrictivamente, en otras. Las características domésticas e internacionales precedentemente referidas hacen de suerte a que lo que ocurre llamarse de "imperio americano", resulta ser algo muy distinto de los imperios tradicionales. Se trata, en verdad, de un "campo", en sentido análogo al que empleamos cuando hablamos de "campo magnético" o "campo gravitacional". El campo de predominio americano, además de no ser global, como precedentemente se mencionó, adonde actúa -en partes de América Latina, de Asia y de Africa- lo hace por condicionamientos económico-tecnológicos y sólo en casos limitados (Panamá, Grenada, Somalia), por directa intervención militar. América Latina presenta un elevado grado de unidad cultural, que deviene de su colonización ibérica, en que las diferencias entre la colonización portuguesa y la española, aunque significativas, son poco relevantes si se confrontan con el resto del mundo. Es cierto que distintos factores, además de los resultantes de diferencias geoclimáticas, operaron en el sentido de aumentar diferencias, como las que resultaron de la más o menos grande influencia de preexistentes poblaciones indígenas, o del posterior ingreso de pueblos negros y otros. La evolución histórico-social de América Latina, sin embargo, siguió un camino semejante, lo que acentuó las comunes características culturales de la Región. Tales circunstancias y condiciones condujeron, a su tiempo a la CEPAL, bajo Raúl Prebisch y, el BID, bajo Felipe Herrera, a preconizar la integración económica de toda América Latina. Diversos esfuerzos se han hecho en esa dirección, como la ALALC, y la ALADI, pero con resultados modestos, además de intentos de integración subRegional o temática, más exitosos, como, principalmente, el MERCOSUR. Decisivas circunstancias geoeconómicas, sin embargo, condujeron a Latinoamérica, en las últimas décadas del siglo XX, a una división, en términos económicos. México entró en NAFTA, con Canadá y Estados Unidos. Centroamérica y el Caribe sufren una irresistible atracción hacia el polo norteamericano. En cambio, en Sudamérica se constituyó una importante integración subRegional, MERCOSUR, reuniendo Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Se constituyó, igualmente, otra integración subRegional, la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Están en marcha, asimismo, diversas otras propuestas. MERCOSUR aspira a incorporar otros participantes, estando en vías de concretar la adhesión de Venezuela. Entendimientos entre MERCOSUR y el Pacto Andino, como la cúpula presidencial que se reunió en Brasilia en julio-agosto de 2000, conducen al proyecto de un sistema sudamericano de cooperación y de libre comercio, programado para concretar antes de 2002 y emprender, hasta el año 2010, con asistencia del BID, la integración física del continente, con una comprensiva red de energía eléctrica, de carreteras y ferrovías y de telecomunicaciones. Caminando en dirección opuesta, EUA propone, con el ALCA, un sistema panamericano de libre comercio, que implicaría, aunque retóricamente se pretenda negarlo, la supresión de las demás formas integracionistas de América Latina. ¿Qué consecuencias hay que sacar de todo eso? Hay que diferenciar, en el caso, tres aspectos, que integran círculos bastante autónomos: el económico, el cultural y el político. En las líneas siguientes se intentará en forma breve, discutir esos tres círculos. La idea de integrar al continente Americano y más concretamente a América Latina tiene sus orígenes con Simón Bolívar. El libertador de las Américas ya desde 1820 trató de fomenta una integración latina, ya que él percibía que las insipientes naciones americanas deberían de estar unidas contra embates de intereses extranjeros tales como España o los Estados Unidos, y procurar la independencia de países que seguían bajo el dominio de los colonizadores, más concretamente buscaba liberar a Cuba. Así en 1826 en el Congreso de Panamá se reunieron México, la Gran Colombia, Centroamérica y Perú, buscando una integración subcontinental, sin embargo esta integración no se pudo llevar a cabo ya que las naciones citadas tenían conflictos internos bastante pronunciados y preferían enfocarse a cuestiones de otras índoles, de allí su fracaso. Aunque pareciera que esta reunión en Panamá y que los ideales de Simón Bolívar no sirvieron para una unificación, si sientan las bases como el primer intento o el primer sueño de una integración regional, una integración que si bien no se ha llevado a cabo en América, o que es apenas insipiente, ya la vemos más concretadas en regiones asiáticas y europeas, lo que nos presta a entender que, ya desde la primera mitad del siglo XIX un latinoamericano, el libertador de las Américas tenía la innovadora idea de esta integración regional, una idea un poco radical para la época. Desde entonces con las ideas de Simón Bolívar se comenzaría a gestar la definición de Panamericanismo latinoamericano, que a la postre fue modificado y se convirtió en un concepto, el cual tendía a identificar una integración de los Estados Unidos con los países de habla hispana tal como lo apreciamos en la siguiente cita textual: Panamericanismo: Tendencia a fomentar las relaciones de todo orden entre los países del hemisferio occidental, principalmente entre los Estados Unidos de América y los países hispanoamericanos. Bajo este telón los Estados Unidos, dentro de los pocos años siguientes a su independencia ya mostraban primordialmente tres objetivos, primero, instaurar a Latinoamérica como su zona de influencia, segundo, expandir sus límites territoriales hacia los cuatro puntos cardinales y por último, buscaba mantener a América Latina como punto de comercialización más importante. Dentro de estos intereses vemos que los Estados Unidos buscan tener predominio en el continente americano desde la segunda mitad del siglo XVIII y se ve reflejado en los puntos que ya he mencionado, e incluso desde las Conferencias Panamericanas hasta la creación de la Organización de Estados Americanos, los Estados Unidos han buscado influir en países hispanoamericanos buscando su protagonismo y control en la zona. La polémica doctrina Monroe es el fiel reflejo de las política estadounidense para con los latinoamericanos y las naciones europeas, esta visión de política exterior marcaba la diferencia entre Europa y América, Monroe subrayaba la existencia de unos intereses americanos y, más concretamente, estadounidenses. Rechazaba las monarquías europeas como sistema político, consideraba que ninguna nación americana lo adoptaría y que su presencia en el continente americano pondría en peligro la paz y seguridad de su nación. Asimismo, exponía que únicamente Estados Unidos estaba destinado a completar la colonización de los territorios vírgenes de Norteamérica. En 1904, el presidente Theodore Roosevelt sostuvo que Estados Unidos podía intervenir en cualquier nación latinoamericana culpable de actuar incorrectamente en su política interior o exterior. El corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe justificó nuevas injerencias estadounidenses en los estados del Caribe durante el mandato de los presidentes William Howard Taft (1909-1913) y Thomas Woodrow Wilson (1913-1921). Esta doctrina aunque en las Conferencias Panamericanas postulaba como gran prioridad que América fuera solo gobernada por los países americanos, se contradecía y tenía un fondo mayor, primero por el hecho histórico de la traducción de "América para los americanos" que en ingles es America for Americans lo cual se presta a dos interpretaciones, la primera como la conocemos en nuestro español y la segunda, considera el hecho de que, se hacen llamar a si mismos como "americans" lo cual nos da a entender o si lo queremos poner con otras palabras esto es América para los Estadounidenses bajo esta idea, son los Estados Unidos quienes desean aplicar su predominio en este continente y mantenerlo como su zona de influencia, ahora bien, esto se aprecia fielmente reflejado bajo la política del Big Stick. En las décadas de 1920 y 1930, Estados Unidos aplicó este criterio con más moderación, favoreciendo la realización de acciones conjuntas con otras repúblicas americanas; aplicando la política del Buen Vecino, esto sin duda respondiendo a la necesidad de buscar aliados en el periodo de entre guerras. No obstante, argumentando la prevención a que el comunismo se extendiera por Latinoamérica, Estados Unidos emprendió acciones unilaterales contra Guatemala (derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán en 1954), Cuba (fracaso del desembarco de bahía de Cochinos en 1961), República Dominicana (apoyo a Joaquín Balaguer en 1965), Chile (contribución al derrocamiento de Salvador Allende en 1973), Granada (invasión de la isla en 1983, tras el golpe de Estado que había destituido al presidente Maurice Bishop), El Salvador y Nicaragua (respaldo al Ejército salvadoreño, en su lucha contra las guerrillas, y a la contra nicaragüense, que se enfrentaba al gobierno sandinista, en la década de 1980) sin consultar con sus aliados latinoamericanos. Así bien vemos que, en efecto la interpretación de la Doctrina Monroe no es más que una consecuencia del Pragmatismo de los Estados Unidos esto es, un cambio de política exterior dependiendo de sus intereses cercanos. Con respecto al destino manifiesto, vemos que con estas intervenciones ligadas a la doctrina Monroe y al pragmatismo, hallan justificación siendo los Estados Unidos, la nación elegida por Dios para poner el orden y para mantener un poder supremo en todo el mundo, siendo el "policía" lo cual es sumamente interesado. El militarismo en América Latina se dio en un periodo de uso de la fuerza que, más que expresarse en las condiciones de política exterior como lo hicieron Prusia o Japón es mucho más frecuente la formación de gobiernos y juntas militares que, no obstante, no asumen necesariamente connotaciones militaristas de agresión hacia otros países sino que corresponden más bien a una reacción de signo autoritario ante condiciones internas de inestabilidad económica y agitación social; estos regímenes se terminaron en los años 80 con la instauración de gobiernos democráticos. Este militarismo tuvo mucha relación con las conveniencias estadounidenses en países como Chile o Cuba, donde existió una intervención directa, pero además los países latinoamericanos continuaban con políticas internas que obstruían las actividades comerciales internacionales y tuvieran una mayor participación al interior de los nuevos mercados. Desde la segunda guerra mundial hasta los años 70, la economía de varios países latinoamericanos se encontraba creciendo a buenos niveles manejando una política de sustitución de importaciones. México, como otros países de América para los años 80 se encontraba cerrado en su economía con un mercado al interior, así los gobiernos trataban de alentar a las inversiones internas, subsidiando impuestos, otorgando créditos, permitiendo monopolios etc. todo ello para que las empresas nacionales crecieran creando los famosos "elefantes blancos" así cuando se abrieron los mercados, muchas empresas que no supieron invertir en innovación y perfeccionamiento quebraron, países como el nuestro se endeudaron muchísimo y a este fenómeno generalizado en la región por recesiones económicas y torpezas empresariales se le conoció como la década perdida de América Latina. En los años 80 las malas políticas comerciales y de desarrollo impuestos por los Estados latinoamericanos llevaron a este subcontinente a que en el momento de que abriera sus mercados internos y permitiera una libre competencia, las empresas nacionales no tuvieran las capacidades de competir con las nuevas trasnacionales, lo que no solo llevó a la ruina a múltiples empresas que no invirtieron en innovación tecnológica y mejoramiento de sistemas productivos, sino que además las condiciones por las que pasaba Latinoamérica orillaron a estos países a adquirir una deuda con los países altamente industrializados mediante el FMI y el Banco Mundial (BM) que atrasó enormemente el crecimiento en la región. Los sectores financieros de los países industrializados se aprovecharon de la crisis de endeudamiento y del estancamiento de los países latinoamericanos, presionado a los países a que continuaran el flujo de los pagos de la deuda, además deseaban que se desmantelaran sus sistemas económicos al interior del Estado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) como cabeza de la banca acreedora condicionó rigurosamente los préstamos, reprogramando o reestructurando las deudas, sugiriendo sistemas de privatización en sectores estratégicos. Esto pone en tela de juicio tal estructuración del sistema, mediante la privatización ya que si bien el FMI aboga por la no intervención del Estado para que exista una afluencia de capitales y por una privatización de los sectores estratégicos, este sistema muestra sus deficiencias ya que por ejemplo cuando el gobierno de Malasia intervino para hacer frente a la crisis, la intervención del Estado fue la que de algún modo la amortiguó, o también en el caso de Argentina, país que siguió al pie de la letra las indicaciones del FMI incluyendo la privatización de agentes estatales, ocasionaron que su crisis se pronunciara aun más y sobra decir los problemas que se acarrearon con este efecto, ya que la crisis de la que apenas esta saliendo Argentina fue un reflejo de las malas políticas monetarias. Brasil ha sido el único país que en alguna medida ha logrado contrarrestar este efecto ya que las empresas incrementaron su competitividad internacional a fin de contrarrestar la crisis. Un punto que contribuyo a con el crecimiento de este fenómeno, fue la poca visión latina de invertir en una mano de obras especializada que pudiera competir de manera integral con el resto del mundo, así como una falta de inversión en tecnología (más acentuada en países como México o Perú) y finalmente falta de inversión en el sector educativo, modelos que si se llevaron a cabo por los países asiáticos. El Consenso Washington se basó en la experiencia vivida por los países latinoamericanos durante los ochenta. En ese tiempo, los mercados de esta región no estaban funcionando bien, en parte como resultado de políticas públicas disfuncionales. El PIB declinó durante tres años consecutivos. Los déficit presupuestarios fueron elevados _algunos de entre el 5 y el 10 por ciento del PIB2- y el gasto que lo causaba era utilizado no tanto para realizar inversiones productivas como para subsidiar al enorme e ineficiente sector público. Con fuertes variaciones en las importaciones, y con relativamente poco énfasis en las exportaciones, las empresas no tenían suficientes incentivos para incrementar su eficiencia o para mantener estándares internacionales de calidad. Este consenso nace en una época en la que América Latina se encontraba saliendo de una crisis y apenas se encontraba reestructurando sus mercados e inversiones. El Consenso Washington también olvidó o infraestimó otros ingredientes esenciales. Uno de ellos, la educación, ha sido ampliamente reconocido por la comunidad de pensadores sobre el desarrollo; otros, como las mejoras en tecnología, no han recibido la atención que merecen diferencia de otros modelos de integración. El éxito del Consenso Washington como doctrina intelectual se basa en su simplicidad: las políticas recomendadas pueden ser administradas por los economistas utilizando poco más que simples marcos contables. Unos pocos indicadores económicos inflación, crecimiento de la oferta de dinero, tipos de interés, déficit presupuestario y comercial-pueden servir para fijar una serie de recomendaciones políticas. De hecho, en algunos casos, los economistas volarían a un país, mirarían e intentarían verificar estos datos, y harían recomendaciones macroeconómicas para reformar las políticas, todo ello en un par de semanas. El principal problema del consenso de Washington es que en él queda prácticamente excluido el tema de la equidad. Esta exclusión es grave, porque uno de los lugares en donde más se aplican las políticas de ajuste derivadas del consenso (e implementadas por el FMI) es en América Latina. Y éste es el continente más desigual del planeta: el PIB per cápita del 20% más rico es 18'7 veces el PIB per cápita del 20% más pobre, cuando en la OCDE la proporción es de 6'8 y la media mundial es de 7'1. En todo caso, en el año 1990 Williamson (uno de los principales constructores del Consenso de Washington) argumentaba la exclusión directa de los problemas de equidad del modo siguiente: Intenté describir aquello que normalmente se creía acertado, más que exponer mi opinión. Es decir, mi pretensión era elaborar una lista positiva más que una lista normativa. Deliberadamente, excluí de la lista cuanto fuera básicamente re distributivo -no aquello que tuviera consecuencias equitativas como un subproducto de la búsqueda de objetivos de eficiencia-, porque pensé que el Washington de los ochenta era una ciudad muy desdeñosa con las preocupaciones sobre la igualdad. Este comentario refleja una vez más los intereses inmersos de los EE. UU.

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